jueves, 13 de agosto de 2009

¿Cuál es el precio de una vida que se ha puesto en riesgo a sí misma?

Hay un montañero español atrapado en una escarpada ladera de la montaña Latok II, en Pakistán, a más de 6000 metros de altitud. Se llama Óscar Pérez y su situación roza lo desesperado: tiene una pierna y un brazo rotos, está solo, sin comunicación y un rescate por vía aerea se estima imposible debido a las crudas condiciones climatológicas. En éstos momentos un equipo de rescate ya ha tomado forma para acudir en su ayuda, pero los problemas burocráticos y diplomáticos tornan la cuestión aún más peliaguda. Más información en la edición digital de la revista Desnivel.

No quiero parecer insensible ante el drama que está sufriendo Óscar Pérez, el cual espero que pueda regresar sano y salvo a su casa, y se que mi argumento quedará fuera del ámbito de lo políticamente correcto, pero no sólo su vida está en juego. La expedición que salga en su busca también se va a jugar el pellejo, y no creo que exista el mismo grado de empatía hacia sus componentes que hacia el infortunado montañero español. La alta montaña a veces se cobra su precio, pero tiene un aspecto indudable: no obliga a los montañeros a encaramarse a sus cumbres y laderas. Quienes se exponen a los riesgos que conlleva escalar a semejantes altitudes lo hacen por voluntad propia, sin nadie que les empuje y movidos únicamente por su pasión por el montañismo, el reto y el ánimo de superación. Hasta ahí nada que decir al respecto.

El problema surge cuando la montaña supera las habilidades del montañero, o éste es víctima de la adversidad en una situación en la que el error o una decisión desacertada se paga, unas veces con la decepción de no hacer cumbre, otras incluso con la vida. Óscar Pérez está en el lugar al que sus propios deseos le han llevado, con la desdicha de estar padeciendo ahora el lado más amargo de la que probablemente es su mayor afición. Su rescate depende, ahora, de que terceras personas estén dispuestas a poner en riesgo su propia vida para salvarle. Humanamente es comprensible, pero la faceta humana también debe aplicarse al equipo de rescate, entre los que posiblemente se encuentren miembros del ejercito pakistaní que también tienen familias y vidas que preservar.

Bien podría parecer que mi postura reside en replegar medios y dejar que Óscar Pérez se congele en la ladera del Latok, y releyendo lo hasta ahora escrito quizá tendría que dar la razón a quien así opinase. Pero no es así, deseo que Óscar regrese a su casa lo más indemne que pueda y que, una vez a salvo y recuperado, reflexione sobre el sentido de exponerse a situaciones que terminan implicando a terceros cuya vida vale tanto como la suya. Desearía que todos los que hacen del riesgo una actividad lúdica recapaciten sobre si vale la pena, si tienen derecho, no a comprometer su integridad física –que cada uno es libre de hacer con su cuerpo lo que le venga en gana, como ya dejé claro aquí-, sino a poner en juego la de otras personas cuando esa actividad termina requiriendo la toma de medidas desesperadas.

Esa es mi modesta intención, llamar a la reflexión. ¿Hasta qué punto puede alguien que se aventura a una actividad de riesgo objetivo esperar la movilización de recursos en su favor cuando esa actividad descarrila hasta el punto de poner en peligro su vida?¿Está justificado arriesgar la vida de terceros para intentar salvar la de quien, voluntariamente y sin coerción alguna, ha puesto en riesgo la suya? Sinceramente, yo no veo que una u otra postura me dejen la conciencia tranquila.

1 comentario:

  1. Bien razonado. Incluso, aunque con matices, aquí sí que vale el principio estrictamente liberal de que cada cual se las componga si se complica la vida innecesariamente...

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