jueves, 19 de julio de 2012

El escaso compromiso del español medio con su realidad social

Escuchar según qué cosas de boca de algún que otro ciudadano me conduce a pensar que mucho de lo que nos ocurre como país lo tenemos bien merecido. Somos capaces de salir masivamente a la calle a festejar los triunfos de la selección nacional de fútbol pero no a protestar porque nos suban los impuestos o recorten nuestros derechos. Cuestionamos las decisiones de Vicente del Bosque sobre el "falso 9" hasta convertirlo en tema habitual de tertulia, pero apenas nos hacemos preguntas acerca de en qué nos atañe la reforma laboral o qué tipos de IVA son los que suben. El seleccionador nacional es objeto de crítica por tirios y troyanos, pero el partido en el gobierno solo ha de temer por aquellos que no le han votado. Los que sí lo han hecho no parecen facultados para ser críticos ni para levantar la voz contra aquello a lo que han dado su apoyo. No por nada dice el dicho que cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba pero el tonto sigue...

En España, la política es una ramificación más de un modo de expresión que encuentra en la disputa deportiva su mayor exponente. Carl Sagan describió en su libro Miles de millones a las competiciones deportivas como un sustitutivo de las contiendas guerreras que libraron nuestros ancestos desde que vivían en cuevas. Visto así, hay que reconocer entonces la función social que cumple el deporte de alta competición: siempre será mejor que los territorios diriman sus diferencias en un terreno de juego que en un campo de batalla. Sin embargo, no conviene ir muy lejos con esta lectura. Se corre el peligro de sacralizar tanto al deporte como al deportista, hasta el extremo de convertirlos en iconos culturales que nos ocultan conceptos y valores mucho más elevados. En política ocurre otro tanto.

Una vez el ciudadano se identifica con un equipo, un mensaje o una cosmovisión es muy difícil romper el vínculo que establece con él. Frecuentemente vemos como los seguidores de ésta o aquella tendencia, sean colores deportivos, ideología política o religión, son vampirizados por sus ideales hasta convertirse en meros receptáculos de consignas cuya única función es satisfacer prejuicios e instintos de lo más primario. Una persona por lo demás normal y sociable muta a iracundo hooligan si escucha una ofensa contra su equipo del alma o toca demostrar su firmeza de principios, por irreflexivos que sean. Se va contra toda lógica si es necesario antes que admitir que no se está en posesión de, al menos, toda la razón.

De nuevo Carl Sagan, en otra inolvidable cita, ponía los puntos sobre las íes a este respecto. Queremos tener razón y quitársela al de enfrente, no cuestionarnos a nosotros mismos ni tomarnos el esfuerzo y la molestia de estar informados con un mínimo de rigor, no sea que descubramos nuestro error. El prejuicio siempre es un asidero más cómodo. La ignorancia es felicidad, dicen por ahí, y los españoles preferimos, en apariencia, ser ignorantes pero felices. El conocimiento entraña implicación, sufrimiento, problemas de conciencia y dilemas morales. Cuando conoces un hecho que merecería reacción por tu parte ya no puedes alegar ignorancia cuando miras para otro lado. En ese momento eres cómplice por omisión, desaparece la coartada moral que supone el desconocimiento. Muchos evitan llegar a ese extremo y eluden los problemas desde un principio no implicándose en nada relevante. Pero una vez dado el paso, ya solo la conciencia ejerce de barrera entre la ética y el abismo. Y ahí es donde se conoce la verdadera catadura moral de las personas.

Sí, a veces pienso que esos ciudadanos merecerían sufrir en algún momento las consecuencias de su indolencia y despreocupación. En un país donde a los poderes públicos cada día les cuesta menos agredir al ciudadano, la concienciación, la movilización y el compromiso son las únicas herramientas que pueden convertirse en motor de cambio. Un pueblo compuesto por ovejas genera un gobierno de lobos. Cuando toda esa gente compruebe cuanto le cuesta llenar la cesta de la compra por las subidas de tasas e impuestos; cuando estén obligados a desplazarse cien kilómetros para trabajar a riesgo de perder su prestación por desempleo; cuando no puedan pagar estudios superiores a sus hijos; cuando tengan que negociar de tu a tú con la empresa sus condiciones laborales por la desaparición de los convenios colectivos; cuendo tengan que arruinarse para pagar un tratamiento médico porque no hay alternativa pública... Cuando todo eso y más ocurra quizá, solo quizá, el grado de implicación y compromiso del español medio se eleve por encima del paupérrimo nivel que ha venido demostrando hasta ahora.

1 comentario:

  1. "Cuando toda esa gente compruebe cuanto le cuesta llenar la cesta de la compra por las subidas de tasas e impuestos; cuando estén obligados a desplazarse cien kilómetros para trabajar a riesgo de perder su prestación por desempleo; cuando no puedan pagar estudios superiores a sus hijos; cuando tengan que negociar de tu a tú con la empresa sus condiciones laborales por la desaparición de los convenios colectivos; cuendo tengan que arruinarse para pagar un tratamiento médico porque no hay alternativa pública."

    Es que para que piensen de ese modo,deben ser listos,que se puede esperar de que salvame
    y telecinco sea lider de audiencia

    con eso digo todo

    o q este el paquirrin el hijo de la pantoja
    ganandose 10000 euros ofrecidos por el alcalde de turno por las fiestas del pueblo
    no piensan q esos 10000
    lo pagan ellos de sus bolsillos

    la mayoria no piensa en el futuro...
    no pringao miguel,no es el fin del mundo
    solo son las consecuencias de los anicetos de españa

    OLE VIVA ESPaña

    y bien q obedecen al poli corrupto
    ya veran el dia q ocurra eso q vean q sus derechos nadie los va a defender

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