sábado, 20 de octubre de 2012

Crónica del concierto de Anathema en Madrid, sala Joy Eslava, 18 de octubre de 2012

Tengo un gran recuerdo del concierto que los ingleses Anathema dieron en Madrid allá por 2004, en la presentación de su entonces novedoso disco A natural disaster. Entonces ví a una banda enchufada, comprometida con su hinchada y deseosa de ofrecer una gran noche de rock. Es justo lo que buscaba cuando decidí comprar la entrada para su nueva aparición por tierras madrileñas en la presentación de su última entrega, Weather systems. La calidad de sus últimos discos y la experiencia vivida me hacía presagiar que mal no lo iba a pasar.

Las siete y media de la tarde es una hora un tanto temprana para el comienzo de un concierto, pero ahí estaba el grupo telonero tocando para cuando accedí al interior de la Joy Eslava. Me sorprendió la reducida dimensión del recinto, impropia de una banda de la relevancia musical de Anathema. Pero no nos engañemos, no hablamos de Coldplay y siempre se alude al encanto y la cercanía con el público de las salas pequeñas frente a la distancia de los grandes pabellones y estadios.


Astra

Volviendo a lo musical, los teloneros fueron los usamericanos Astra, o esa era la información que tenía. No los conocía pero su media hora larga de actuación me dio pistas sobre el estilo de rock que practican, tirando a progresivo setentero con toques psicodélicos. Mi apreciación no anduvo mal encaminada si nos atenemos a su página en Wikipedia. Cumplieron su función calentando el ambiente con su pareja de teclistas y su sonido envolvente y añejo. Sin entusiasmar pero con decoro.

Aprovecho para rendir un modesto tributo desde aquí a esas bandas pequeñas que se ganan la vida a la sombra de los cabezas de cartel. Ver a los componentes de Astra llevándose su propio equipo del escenario, sus instrumentos y el resto de su pequeña infraestructura, sin asistentes que les hicieran el trabajo, me hizo pensar en cuántos proyectos como el suyo no verán recompensados la ilusión, el sudor y el esfuerzo diarios con un reconocimiento en proporción directa. Valga desde este modesto blog una pequeña mención a modo de homenaje para todos esos músicos que luchan cada día por hacerse oír pero que rara vez conseguirán la atención que su empeño y tesón merece.

Los preparativos para acondicionar el escenario tras el grupo telonero se alargaron unos cuarenta minutos. ¡Hasta pudimos ver a un asistente pasando la aspiradora! En ese tiempo la sala terminó de llenarse, incluido en piso superior, por lo que el aspecto que ofrecía era el mejor de los posibles dadas sus dimensiones. En cuanto los de Liverpool asomaron la cabeza la excitación se desbordó, y estalló definitivamente con los primeros acordes de Untouchable, part I, tema que abre su último disco, Weather systems. La primera buena noticia fue que la voz de Vincent Cavannagh se distinguía con nitidez, y la primera mala es que la guitarra de su hermano Danny se diluía cuando la banda tocaba al completo. Siempre le faltó presencia y mordiente, salvo cuando el resto de instrumentos bajaban su volumen. Fue una buena elección para comenzar con fuerza pero, aunque sea el mismo orden del disco, continuar con Untouchable, part II no estoy seguro de si fue buena idea. Entiéndanme, es un gran tema, muy emotivo e intenso, que estuvo bien interpretado con una Lee Douglas inmensa en las voces, pero como continuación del tema de apertura, por mucho que ambos conformen un todo, es un descenso de ritmo demasiado acusado y prematuro. Es un concierto en directo, y al público hay que motivarle desde el minuto uno. Más adelante aludiré de nuevo a esta cuestión.


Anathema

Continuaron con un triplete de su penúltimo disco, We're here because we're here (2010). Thin air padeció de nuevo una guitarra opacada que nos hurtaba la escucha de su riff principal. En más de una ocasión estuve por hacerle gestos a Danny relativos a este aspecto -lo tenía enfrente aunque no al lado- pero no creo que me hubiese entendido. De nuevo la vocalista Lee Douglas añadió el lirismo apropiado en los coros para completar junto a la voz de Vincent una ejecución notable. Le siguió Dreaming Light, una balada de enorme carga emotiva que se vio deslucida por un bajo excesivamente reverberante (¿era Jamie, el tercer hermano Cavannagh?) y en el que los teclados, de capital importancia en su tramo final, tampoco gozaron de la presencia debida. Everything finalizó esta tanda y el solo final por fin dejó entrever algo la guitarra de Danny.

Seguidamente Vincent anunció tres temas del Judgement (1999), quizá el disco más alabado de los británicos. La parroquia cayó presa de la euforia cuando empezaron a sonar los primeros compases de Deep. Un tema como ese levanta en armas al más decaído, y el aficionado, como pasa cuando un grupo tiene tras de sí una dilatada y meritoria carrera, está ávido de las canciones que forjaron los mejores años de su banda favorita. Le siguió la inesperada y solemne Emotional winter, otro tema lento cuyo final enlazó con el de Wings of god, el cual sonó heavy y épico a la vez. Para mi gusto fue uno de los mejores momentos de la noche.

Continuaron con la intensa A simple mistake, excelentemente recibida ya que es una de las mejores canciones de sus últimos discos. Nuevamente se echaron de menos unos teclados con mayor empaque en su último tramo, que en el disco acentúan la carga dramática del tema. Yo veía al teclista mover los dedos sobre las teclas pero no escuchaba un sonido ligado a ese movimiento. No soy técnico y no se qué era lo que fallaba, pero algo había que no terminaba de cuadrar. Recuperaron el repertorio del Weather systems con Lightning song, nuevamente con Lee copando protagonismo vocal en un tema que comienza suave y termina con toda la banda tocando a pleno pulmón. Llegados a este punto recupero el argumento que señalaba más arriba. El setlist escogido es pródigo en canciones de corte lento -no necesariamente baladas- o medios tiempos. Mi duda estriba en si es una selección de temas adecuada para mantener el entusiasmo de una concurrencia que tiene que estar de pie durante dos horas (más de tres si contamos a los teloneros, aunque con ellos la sala no estaba llena), casi sin poder moverse y recibiendo pocos estímulos desde el escenario para ponerse a brincar u otra cosa que les lleve a mover algo las articulaciones.

Dicho lo anterior, no quiero en absoluto que esto suene a critica hacia la actitud de los músicos. Simplemente, son Anathema, y así como son sus discos son sus conciertos. Muy al contrario, tal y como suponía, tanto Vincent como Danny, los dos miembros que hacen funciones de frontman, interactuaron con frecuencia con el público, se dirigieron a nosotros a menudo, se esforzaron con el castellano y tuvieron detalles simpáticos como tomar la cámara de alguien de la primera fila para hacer una foto y devolvérsela después. En ese sentido, el de la entrega y el compromiso, no hay nada que reprochar. Llega uno a preguntarse cómo estos músicos pueden componer temas tan tristes y melancólicos cuando desbordan esa vitalidad y energía tan positivas sobre un escenario.

Terminado el inciso, volvemos al lío. The storm before the calm sonó en su primera mitad mejor y más pegadiza en directo de lo que lo hace en disco, y su segunda parte respondió a la épica y al sentimiento esperados. Después, The beginning and the end fue tarareada por todos en su melodía principal, hecho que pareció divertir a los Cavannagh. Universal fue toda una sorpresa para mí ya que no me parece ni con mucho una "seleccionable" para una actuación en vivo. No fue un bajón porque venía precedida de dos piezas no precisamente veloces, pero ejemplifica lo que venía a decir al respecto de la ideoneidad de tocar según que canciones.

Cuando me sorprendía al comprobar que hasta ese momento solo habían tocado temas de tres de sus discos apareció Closer, del A natural disaster (2004), con Vincent manejando los efectos de voz para luego agarrar su guitarra en un final, otra vez, escasamente audible. Como era otro combo de tres seguidamente le tocó a A natural disaster en la que se nos pidió encender mecheros (o teléfonos móviles), una costumbre que yo siempre asociaba a recitales de baja estofa. El público llevó en volandas al grupo durante el emotivo estribillo al tiempo que las luces de la Joy Eslava entraron en escena para añadir magia al momento en una ejecución íntima y solemne. Finalizaron el recital con Flying, donde nos pidieron expresamente la colaboración en el estribillo, algo a lo que el respetable accedió gustoso creándose una conexión momentánea pero muy especial. La sencillez instrumental del tema hizo que el solo final de Danny gozara de un protagonismo que su guitarra solista apenas había alcanzado durante el resto de la velada. Finalizada la pieza, salieron de escena mientras todos esperábamos los bises.

Y para los bises se tenían reservados varios platos fuertes. El primero fue Internal landscapes, que cierra su último disco. Tema, otro más, de ritmo pausado pero de gran intensidad y en el que Vincent y Lee cantaron magistralmente acompasados. Después de toda esa emoción no vino nada mal Empty, del Alternative 4 (1998), un tema más crudo, directo y, sobre todo, rápido. Sí, definitivamente hicieron falta más canciones como esa a tenor del recibimiento que tuvo a esa altura del concierto. De ahí que la versión de Orion de Metallica -que yo fui incapaz de reconocer ya que no soy fan del grupo- también levantara pasiones. ¡Como eché de menos Panic, del A fine day to exit! (2001), disco injustamente olvidado durante toda la actuación. El ritmo volvió a bajar nuevamente en la siguiente, pero si es para interpretar One last goodbye, uno de sus clásicos del Judgement, se perdona. Además simplifica como pocos la filosofía musical de Anathema: sentimiento, melancolía, épica y potencia rockera. Un imprescindible de la banda. Y finalizar la velada con Fragile dreams fue todo un regalo. ¿De verdad no se dieron cuenta de que eso es lo que el público realmente quiere en un concierto? Saltar, agitar la cabeza, botar con los brazos en alto, sentir la energía rockera en cada poro.

Pero todo se le perdona a un grupo de rock cuando se deja la piel sobre las tablas, demuestra disfrutar con su trabajo y se le percibe interés porque la hinchada disfrute y sea feliz durante un par de horas de su vida. Anathema evidenciaron una profesionalidad fuera de dudas, un amor por lo que hacen también al margen de toda discusión y una sinceridad en sus gestos y formas que seducen desde el minuto uno. Un diez en actitud y entrega y algo menos en lo tocante al apartado técnico, pero nada hay perfecto en esta vida.

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